José Vasconcelos Calderón (1882-1959)

El escritor, filósofo, político y pedagogo José Vasconcelos Calderón (México, 1882-1959), personalidad clave del iberoamericanismo contemporáneo, fue una figura de dimensiones titánicas. Su vida y obra configuran un compendio de tal magnitud, que además de la extensa cronología detallada en esta web, la Asociación Cincuentenario Maestro de la Hispanidad ha optado por ofrecer al lector una síntesis temática sobre la trayectoria de este americano tan polémico como genial.

Vasconcelos hizo tanto por la defensa de la herencia española en América, que sorprende lo poco que se le recuerda en nuestro país. Corregir esta laguna es la motivación fundacional de la Asociación Cincuentenario Maestro de la Hispanidad, recientemente constituida para conmemorar el cincuenta aniversario del fallecimiento de tan insigne humanista.


Filósofo neoidealista
José Vasconcelos escribió numerosos estudios filosóficos, desarrollando un complejo y original sistema de pensamiento. Sus presupuestos fundamentales se encuentran recogidos en Tratado de Metafísica (1929), Ética (1932), Estética (1935), que siempre consideró la obra de su vida, y Todología. Filosofía de la coordinación (1952). Inspirado en autores como Plotino, Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Whitehead y Bergson, entre otros, el mexicano enmarcó su obra dentro de un neoidealismo antipositivista que impregnó siempre de un intenso vitalismo lírico, claramente gnóstico; no en vano consideraba a Dante como su más elevado modelo. La obra filosófica de Vasconcelos, criticada por anacrónica y poco rigurosa, se encuentra hoy prácticamente ignorada. En su defensa cabe decir que si bien Vasconcelos impartió su doctrina en diversas universidades americanas y europeas, nunca se consideró intelectual en un sentido rígidamente académico, a pesar de lo cual logró estructurar intuiciones de gran hondura y belleza que acaso estén todavía por ser reevaluadas a la luz del actual contexto histórico. También merece la pena reseñar que Vasconcelos era licenciado en Derecho, por lo que como filósofo fue un total autodidacta desde adolescente, y su obra el asombroso combinado de su ambición y de su inquebrantable voluntad, amén de su reconocida habilidad literaria.


Ideólogo del iberoamericanismo
Como sociólogo, la gran aportación intelectual de José Vasconcelos fue la revitalización del iberoamericanismo, mediante una férrea defensa de la hispanidad que pergeñó principalmente en su opúsculo La raza cósmica. Misión de la raza iberoamericana (1926), sobre el que impartió numerosas conferencias en América y Europa. En este manifiesto, Vasconcelos reformuló los ejes básicos del hispanismo, ya planteados anteriormente en América por figuras como Simón Bolívar, José Martí, Domingo Faustino Sarmiento, José Enrique Rodó, Rubén Darío y Manuel Ugarte. Pero a diferencia de éstos, supo introducir nuevos conceptos y catapultarlos con vigor mesiánico hacia un estimulante contexto de utopía visionaria: Iberoamérica como suelo fértil donde se configurará una raza definitiva, la cósmica, resultado integrador del mestizaje entre lo español y lo indígena, que gracias a la aportación cristiana y a la cosmovisión y la lengua españolas podrá vertebrar una civilización panamericana universal. Estas consideraciones también fueron expuestas con mayor detalle en Indología: una interpretación de la cultura iberoamericana (1926). Justo es recordar que Vasconcelos fue uno de los principales promotores del Día de la Raza (12 de octubre) en México y otros países americanos, por considerar esta celebración como la gran festividad de todas las naciones hispanas.


Renovador pedagógico
La actividad educativa y civil de José Vasconcelos fue de tal envergadura, que llegó a ser conocido como Maestro de América, título que le fue dado en 1923 por distintas delegaciones estudiantiles de Colombia, Panamá, Ecuador y Perú. Y es que durante aquellos años José Vasconcelos lideró una serie de reformas que transformaron México, siendo muchas de ellas imitadas en el resto de América. Primero como Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (1920), que todavía luce el escudo que él mismo diseñó. Pero enseguida como Ministro de Educación (1921-1924), donde fundó la actual Secretaría de Educación Pública y en apenas cuatro años dobló la red nacional de maestros, escuelas y bibliotecas públicas. También fue célebre su encargo de ediciones masivas de clásicos universales para la escuela primaria, especialmente grecolatinos y españoles. En el ámbito de las Bellas Artes creó un departamento desde el que impulsó personalmente la famosa pintura mural popularizada por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Como obra social, organizó misiones rurales de alfabetización para alumnos sin recursos, estableciendo para éstos desayunos escolares y cuerpos itinerantes de enfermería. Asimismo, estructuró un sistema nacional de educación física y fundó el Instituto Tecnológico para desarrollar la enseñanza técnica. Y por lo que respecta a los docentes, impulsó importantes programas y publicaciones de formación permanente. Todas estas medidas conformaron la dimensión ilustrada y social del periodo posrevolucionario mexicano. Además de tan vasta obra civil, Vasconcelos plasmó sus principios educativos en su libro De Robinson a Odiseo: pedagogía estructurativa (1935).

Escritor y propagandista
Aunque la trepidante, intensa y variada actividad de José Vasconcelos fue un impedimento para el cultivo sereno y constante de la literatura, bastan sus memorias para incluirle en la lista de autores americanos imprescindibles de la primera mitad del siglo XX. Publicadas en cuatro volúmenes (Ulises criollo, 1935; La tormenta, 1936; El desastre, 1938; y El proconsulado, 1939), las memorias de Vasconcelos han sido un referente declarado para escritores como Octavio Paz, Sergio Pitol y Enrique Krauze, tres buenos exponentes de toda una generación de escritores mexicanos. Los dos primeros tomos son obras de gran valor literario, calidad intelectual y de muy ágil lectura, y ambos gozaron en su momento de amplísima difusión y popularidad. Es por títulos como Ulises criollo, La tormenta y La raza cósmica que el nombre de Vasconcelos aparece en casi todas las antologías de literatura hispanoamericana, y con especial protagonismo en aquellas que se recrean en la novela mexicana del periodo revolucionario. La prensa siempre fue, por otra parte, un entorno de trabajo natural para Vasconcelos, pero nunca por el mero gusto de informar sobre la actualidad, sino como medio para difundir sus opiniones e iniciativas. Como propagandista fue director del diario maderista El Antireeleccionista (1909), de la revista La Antorcha (1924-25 / 1931-32), y de la menos conocida pero mucho más polémica Timón (1940), de cuyos lamentables postulados fascistas llegó pronto a distanciarse; sólo se editó entre febrero y junio del citado año. También colaboró como columnista en numerosos rotativos, entre los que destacan sus artículos en el diario mexicano El Universal (1924-29). También merece la pena destacar que como Ministro de Educación fundó la revista El Maestro, célebre publicación gratuita de actualización docente que contó con la participación de Gabriela Mistral y con la de muchas otras firmas importantes del momento.

De liberal a tradicionalista
Una de las facetas más polémicas de José Vasconcelos es la de su trayectoria política, ya que en apenas veinte años ejerció de revolucionario, conspirador, prófugo, agente confidencial, ministro, exiliado y embajador. Tal carrera resulta desconcertante sin un conocimiento básico de la historia contemporánea de México, así como sin una aproximación al perfil del propio Vasconcelos. Esta conjunción es imprescindible para abordar su devoción incondicional por el liberalismo frustrado de Madero (1910-1913), su ya citado mesianismo pedagógico, y su llamada a la rebelión en 1929 tras ser boicoteado como candidato a la Presidencia de la República. Este último suceso marcó una brecha definitiva en su vida. Sintiéndose traicionado por el pueblo y decepcionado de la democracia, inició una década de exilio durante la que evolucionó hacia posiciones más reaccionarias, llegando a decantarse por Alemania en la II Guerra Mundial. Pero ese fuego se apagó pronto, y tras su conversión al catolicismo en 1943 combinó la escritura con la dirección de la Biblioteca Nacional (1941-47), siendo también cofundador del Colegio Nacional de México (1943), y miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1953. La vida de un hombre también es, en definitiva, la historia de sus fracasos. Y la andadura política de Vasconcelos es quizá la manifestación más claramente nietzscheana de un hombre que, siempre y en todo, quiso beberse el mar entero de un sólo trago. Lo que explica que además de grandes aciertos cometiera a su vez algunos errores considerables.


Actividad institucional
En la cronología presentada, queda también patente que José Vasconcelos fue una personalidad ilustre, tanto en México como en Latinoamérica y a nivel internacional. Se destacan aquí algunos de los cargos institucionales más relevantes que desempeñó durante su carrera:

  • Miembro fundador del Ateneo de la Juventud (1909), actual Ateneo de México.
  • Director de la Escuela Nacional Preparatoria (1914).
  • Rector de la Universidad Nacional de México UNAM (1920-21).
  • Ministro de Educación (1921-24).
  • Candidato oficial a la presidencia de la República (1928-29).
  • Director de la Biblioteca Nacional (1941-47).
  • Miembro fundador del Colegio Nacional de México (1943).
  • Miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua, silla V (1953).

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